EL DUENDE DE BRAZOS CRUZADOS.
Érase una vez un duende
con magia en sus palabras.
Quien lo oyera, a su paso,
lo dejaba encantado.
Todo cuanto más hemoso existía,
salía de sus labios.
En las mañanas, sus palabras
aun más hechizaban.
Entre kilómetros el eco, las
entonaba.
Un día en su bosque cuando
por la
senda derecha
de las rosas rosadas,
él danzaba, se topó con una
triste hada solitaria.
Sus ojitos de olivo y zapatillitas
altas de cristal.
¿Quién la pudiera besar?
Le habló con sus lindas palabras.
-Como suele un duende
a un hada encantar-.
Espantada, con trémula mirada.
Sorprendida y hechizada,
se quedó
callada,
pensativa y asustada.
Sacudió sus
alas y
aterrorizada quiso escapar.
El no lo pudo ni pensar.
Ni
tiempo que perder.
Pero estaba ya atrapada
en la red de un
“TE AMO”.
Del que la triste hada solitaria,
no se pudo zafar.
El hada no quiso revolotear.
Perturbada la pobre con la palabra mágica, indefensa.
Se enamoró el hada.
Se posó en sus brazos
y en sus besos,
se quiso ahogar.
Pero al tiempo, el duende,
la descuidó y el hada se le molestó.
Dulce enojo de fantasía,
que se
quebraba en aquel día.
Se le alejaba la triste hada.
el duende nada…nada hacía.
Pasmado con sus palabras quedó.
Quien sabe si el duende era de
brazos cruzados
o era casado, eso no lo supe yo.
Sus pasos eran atados,
no llego a
ningún lado,
ni un pie el duende de su bosque,
nunca sacó.
El hada partió y de
nuevo
triste, sola quedó.
-Quien sabe si el duende
de
brazos cruzados
con sus palabras mágicas
con ella jugaba o si era casado-
De eso que sé yo.
Sólo es un cuento de una
triste hada que entre mis manos,
me lo contó.
29 de Mayo 2009
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